lunes, 18 de diciembre de 2017

ARTÍCULO XXXVII. (LA PRIMERA GUERRA MODERNA). LA MÁQUINAS INFERNALES. EL TANQUE:

Los tanques fueron una revolución en el conflicto, aunque su impacto sería limitado hasta 1.918. En la imagen, un
Saint-Chamond francés asalta una trinchera alemana durante las Ofensivas de Pacificación de 1.918.
Desde los albores de la Historia de la guerra, el ser humano llegó al convencimiento que los campos de batalla son lugares peligrosos, donde la capacidad de supervivencia de los individuos dependía no tanto de su habilidad en el combate, si no de su capacidad para aguantar los peores golpes.
La historia de los conflictos ha estado ligada a evoluciones relevantes desde el punto de vista armamentístico, táctico y de protección. En este último ámbito cabe inscribir el desarrollo de sistemas defensivos que, de forma individual o grupal, permitiesen al guerrero aguantar impactos que, de otra suerte, le habrían costado una seria herida o, incluso, la muerte.
Al principio, cuando el hombre acudía a la guerra a pie, la protección paso a ser básicamente individual, portando armaduras y escudos que le permitiesen un grado de resistencia ante el armamento portado por sus enemigos. Cuando la rueda se aplicó a los avances militares, se articularon carros tirados por caballos, que permitían a los guerreros, al mismo tiempo, velocidad de movimiento y protección ante los proyectiles enemigos.
La evolución nos llevó luego a la época de la infantería blindada, abandonado ya el carro. En esa época, los escudos se acorazaron y permitieron una mayor protección del cuerpo del guerrero, como experimentaron los griegos y, posteriormente, las legiones romanas; grandes escudos que, al juntarse unos con otros, formaban un muro infranqueable, que reducía la posibilidad de sufrir una herida en combate.
La época de la caballería dio las primeras muestras de por donde se dirigiría la táctica militar; caballos y caballeros acorazados, que formaban una sólida línea de ataque, reduciendo la posibilidad de recibir heridas, provocando al mismo tiempo la inutilidad de las defensas de la infantería. Para contrarrestarlo, las tropas a pie se equiparían con armas de proyectiles más pesadas y letales, para, posteriormente, incorporar las armas de fuego, que acabarían con la seguridad que las protecciones pesadas de la caballería les habían permitido durante varios siglos.
Fue entonces cuando los primeros visionarios decidieron comenzar a utilizar suertes de vehículos blindados que, con el tiempo, acabarían dando lugar al carro de combate, que será conocido genéricamente como TANQUE.
Uno de los tanques originales, el Mk. I británico. Su debut en batalla en septiembre de 1.916, supuso una revolución en la
historia de los conflictos bélicos.

1.- LOS PIONEROS DEL CARRO BLINDADO. HISTORIA DEL TANQUE:
Carro Hussita del siglo XV. Recreación.
Sería en el siglo XV, cuando la pólvora ya había hecho su aparición en Europa, cuando la época de la caballería llegaba a su fin, cuando surgieron los primeros pioneros en la búsqueda de un concepto que acabaría teniendo un nombre: el tanque.
Los primeros en plantear algo parecido a un carro blindado fueron los Husitas centroeuropeos. Su líder, Jan Ziska, seguidor de Jan Hus, y que ocupaba el cargo de Mayordomo de la Reina Sofía de Bohemia, creó una táctica para aprovechar su escasez de caballería frente a las huestes de la Orden Teutónica, compuesta principalmente por caballeros acorazados, que consistiría en agrupar sus caballos tirando de carros de madera de altas paredes, con troneras a través de las cuales sus husitas disparaban sus armas de fuego y ballestas.
Defensa de carros hussita.
Durante la batalla de Grunwald, el 15 de julio de 1410, las huestes de Ziska obtuvieron una contundente victoria sobre los teutónicos, incapaces de penetrar los sólidos muros de madera conformados por los carros de guerra. Posteriormente volvería su táctica sobre el Sacro Imperio y Hungría, uniendo a la confluencia de carro y arma de fuego la presencia, cada vez más habitual, de piezas de artillería. Sus innovaciones militares llevaron a los husitas a dominar Centroeuropa durante un corto periodo de tiempo.
Unas décadas después, sería el genio de Leonardo da Vinci quién, visionariamente, desarrollase el primer concepto real de un carro blindado. Patrocinado por Ludovico Sforza en 1.487, Leonardo realizó una serie de bocetos en los que representa un vehículo con forma cónica, blindado con planchas de madera y refuerzos de hierro, y que se desplazaba sobre ruedas, con pequeños cañones apareciendo de sus flancos inferiores. La máquina habría sido manejada por cuatro hombres, de haber visto la luz; un fallo en el diseño de locomoción del vehículo, que muchos atribuyen a un boicot del propio Leonardo, que temía que su diseño fuese robado, lo convertían en ingobernable, por lo que sus sucesores abandonarían cualquier esperanza de ponerlo en funcionamiento.
Pocos intentos fueron realizados posteriormente para afianzar el camino del carro blindado. Según avanzó la historia de los conflictos, se desarrollaron ingenios blindados para acompañar al ferrocarril (vagones blindados), e incluso se retomó la idea original de los husitas, aplicando blindaje a diligencias o carros tirados por caballo, pero nada destinado a convertirse en el avance definitivo que si supondría la Primera Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial lo cambió todo; fue una consumada pionera en avances industriales y tecnológicos en lo militar, donde los estados mayores se veían obligados a rebuscar entre los anillos del infierno de la tecnología humana, a la búsqueda de la fórmula magistral que les permitiese romper el estancamiento, el empate técnico en que se encontraban enfangados desde el fracaso del Plan Schlieffen para finalizar la guerra en unos pocos meses.
Los primeros intentos por dotar a las tropas de primera línea de protección y movilidad dieron lugar a los Coches Blindados, que podríamos considerar como predecesores del tanque; sin embargo, se mostraron poco útiles en un terreno tan extremo como el que representaba un campo de batalla del Frente Occidental; era necesario sortear extremos peligros, cráteres, campos de alambre de espino y barro, a los cuales los coches blindados era improbable que sobreviviesen.
El objetivo inicial para los desarrolladores fue buscar un arma que realizase una “sencilla” tarea: atravesar la tierra de nadie hasta las trincheras enemigas sin sufrir daño. Pocos durante ese crítico periodo de la Humanidad fueron capaces de darse cuenta de las importantes y reales capacidades del tanque, que le llevarían pocas décadas después, apoyado por la aviación, a crear una nueva forma de combatir. Pero veamos previamente todo su desarrollo.
Antes de comenzar el conflicto, algunos ingenieros próximos a las escuelas de artillería, crearon prototipos de cañones autopropulsados, poco más que tractores armados, que servirían de estímulo y base a los desarrolladores finales. Los proyectos de Levavasseur, Roberts, Wells o Burstyn apenas tuvieron eco. Por su parte, Benjamin Holt, en los Estados Unidos, comenzó a desarrollar un tractor de trabajo que vería la luz en 1.907; tras desplazarse a Gran Bretaña para hacerse con la patente del desplazamiento con cadenas, que tenía Alvin Lombard, y produjo los primeros Tractores Oruga (Caterpillar Tractor).
Cerca de un millar de estos tractores estaban en servicio con la artillería británica en 1.916. Se adquirieron como tiros de artillería que permitiesen moverse en los peores terrenos, aunque la realidad era que los desarrolladores aliados querían observar el funcionamiento de las orugas para sus propios proyectos.
Serían los británicos los primeros que se lanzaron a la aventura de crear un ingenio ofensivo blindado. El objetivo era llevar artillería blindada lo suficientemente cerca de los cañones enemigos, para destruirlos. Sin embargo, la realidad del conflicto rápidamente haría que los objetivos fuesen variados. La necesidad de romper el estancamiento en que desembocó el conflicto en 1.915, obligó a los desarrolladores a centrarse en un ingenio que ayudase a la infantería a recorrer la tierra de nadie, aplastando el alambre de espino y evitando el fuego enemigo. Las pruebas del vehículo denominado “Tritón” resultaron poco satisfactorias y el proyecto fue abandonado.
Sería el Primer Lord del Almirantázgo, Winston Churchill, quién, basándose en la idea del tractor blindado, reinicio la idea original, de una artillería móvil, una suerte de acorazado terrestre. Auspiciado y patrocinado por la Marina Real y el Comité de Acorazados, se ordenó la construcción de dieciocho acorazados terrestres. Ninguno de ellos llevaba el sistema original de orugas de Holt, para evitar pagar los derechos; doce usaban un sistema de cadenas ideado por Diplock, y otros seis se movían mediante grandes ruedas. Ambos modelos fracasaron en sus intentos de mover de forma efectiva el tonelaje blindado que debían transportar.
La comisión se negó a abandonar el proyecto; cientos de miles de bajas sufridas durante 1.915 entre las potencias de la Entente, obligaban a continuar los esfuerzos, aun cuando estos fueron fracasando, proyecto tras proyecto, hasta diciembre de 1.915. Fue en este momento cuando, ante los primeros éxitos obtenidos tras el rediseño de la máquina inicial, creada por el ingeniero William Tritton, que ahora era conocida como “Pequeño Willie”, y para mantener el más estricto secreto ante los intentos alemanes de espionaje, el proyecto pasó a denominarse “Tanque”.
Los desarrolladores se referían al primero de los “Pequeños Willie”, como “Madre”, siendo el primer “tanque” de la Historia. La palabra tanque permitía hacer creer a los espias alemanes que se enfrentaban a un intento aliado por crear un ingenio que almacenase agua cerca de la primera línea para la campaña de Mesopotamia. La realidad era que, el 29 de enero de 1.916, el tanque completaba su primer test con un rotundo éxito, premiado inmediatamente por el gobierno con un pedido de cien unidades, inicialmente, y otro de cincuenta adicionales en abril de 1.916.
Tanque Schneider francés.
Francia había iniciado sus propios desarrollos sobre vehículos blindados sobre orugas en enero de 1.915, yendo siempre un paso por detrás de los británicos. Incapaces de llevar su desarrollo adelante para participar en la gran batalla de 1.916, Verdún, serían los británicos quienes llevarían sus “Pequeños Willie” para acompañar a las tropas en la Batalla del Somme.
Por su parte, el Estado Mayor francés, ordenó en febrero de 1.916 el desarrollo de cuatrocientos vehículos Schneider y otros cuatrocientos Saint-Chamond, pero estos vehículos no estarían operativos hasta muchos meses después.
Ni los rusos, a los que el resto de aliados mantenían al margen de sus avances en el uso de orugas, ni las Potencias Centrales, habían previsto desarrollos en este sentido, aunque los alemanes, a consecuencia de la actuación de los tanques aliados, a pesar de la drástica escasez de acero que padecía Alemania, acabarían desarrollando el AV7 que entraría en servicio en 1.918.
Capitán George S. Patton con un carro ligero FT17
La actuación de los tanques para romper el estancamiento en la guerra acabaría siendo decisiva. Tras la ofensiva británica de Cambrai, donde se usaron en masa los tanques, serían los americanos, comprando tanques franceses Renault, quienes lanzarían la primera ofensiva móvil, rompiendo las líneas alemanas bajo el liderazgo de un oficial de nombre George S. Patton, que retomaría unos años después las enseñanzas de aquellos años.
El periodo de entreguerras permitió avanzar en el desarrollo del “Tanque”. Se escribieron tratados sobre su uso en combate, aunque sería una pequeña corte de visionarios quienes entenderían que la próxima guerra se combatiría con tanques y aviación. Charles de Gaulle, en Francia, escribiría en 1.934Vers l’armee de métier” (Hacia el Ejército profesional), lo que serviría de inspiración a los generales alemanes para establecer los principios de la “Guerra Relámpago” (Blitzkrieg). Einz Guderian escribiría su tratado “Alto, Tanques” (Achtung Panzer) en el que explicaba claramente como el ejército alemán afrontaría la próxima guerra.
Los modelos alemanes de la década de los treinta reflejaban ese aprendizaje; más rápidos y pequeños, ya no buscaban acompañar a la infantería, como hacían sus predecesores, si no romper las líneas enemigas y envolver rápidamente a la infantería, forzando su rendición.
Panzer Pz. 38 (t) alemán. La (t) hace referencia al chasis
de origen checoslovaco. Con estos tanques Hitler sometió
a Polonia, Bélgica, Holanda y Francia al comienzo de la guerra.
Por el contrario, el resto de naciones, ajenas a estos principios, continuaron desarrollando vehículos muy pesados, que servían como plataformas artilleras móviles que apoyaban a la infantería. El acierto alemán se vería premiado en septiembre de 1.939 con su rápida conquista de Polonia, movimiento de apertura del segundo conflicto mundial. La “Blitzkrieg” suponía un éxito que dejaba en estado de colapso a las naciones aliadas. Sucesivamente Dinamarca, Holanda, Francia, Yugoslavia, Grecia y gran parte del norte de África, sucumbieron a la marea blindada alemana. Rusia, que no se encontraba preparada para una guerra blindada moderna, fue arrasada, aunque consiguió detener la ofensiva frente a sus principales ciudades.
Carro de combate alemán Pz. VI E Tiger
Lentamente, los términos fueron cambiándose. Según avanzó la guerra, Alemania buscó vehículos menos móviles y más pesados, mientras el resto de enemigos hacían su propia versión de la Guerra Relámpago. La derrota final alemana, dejó a las Potencias aliadas enfrentadas entre si, pero con una idea clara; el carro de combate dominaría el campo de batalla en las siguientes décadas.
Desde entonces, la evolución ha demostrado que el carro de combate, a pesar de ser la punta de lanza de los ejércitos modernos, es extremadamente vulnerable ante la aviación, los helicópteros, e incluso a la infantería armada con misiles altamente efectivos.
Los tanques modernos se alejan mucho de aquellos primitivos carros británicos que cruzaron la tierra de nadie en el Somme. Lentos, propensos a las averías mecánicas, poco artillados y escasamente blindados, no tienen nada que ver con los modernos blindados, veloces (no es extraño que alcancen los 70 km por hora en carretera), muy blindados y pesados (muchos superan las 70 toneladas, lo que es tanto como el más pesado tanque de la Segunda Guerra Mundial), fuertemente artillados (con cañones extremadamente precisos de 105 a 120 mm), preparados contra la guerra nuclear, bacteorológica y química, capaces de recorrer cientos de kilómetros sin repostar. Un arma moderna.
Nueva serie de carros rusos "Armata"
¿Y en el futuro?. El futuro del arma blindada pasa, como tantos otros asuntos de actualidad, por una intensificación de la robótica y otras teconologías, aplicadas al vehículo blindado. Ante la batalla de blindaje contra protección, los desarrolladores actuales están tendiendo a desarrollar modelos más ligeros y veloces, que puedan moverse por cualquier terreno. Se calcula que la aplicación de nuevos materiales al blindaje, permitirá reducir el peso en un 50%, incrementando la velocidad en un 100%. Igualmente, se habla ya de implementar armas ultra modernas, como es el laser (aun en desarrollo), o cañones con características especiales, que permitan reducir el habitáculo y necesidades de mantenimiento en combate del AFV (Armored Fighting Vehicle – Vehículo de combate blindado).
Y ese futuro no está muy lejano…



2.- EL TANQUE EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL. LA BATALLA DE CAMBRAI:
La situación de estancamiento que confrontaban los jefes militares en el Frente Occidental tenía que cambiar. Los alemanes habían intentado un primer movimiento introduciendo a la historia del conflicto los gases asfixiantes, que habían tenido un impacto limitado en el desarrollo de la guerra, después de la sorpresa inicial causado por su primer uso, durante la segunda batalla de Yprés en la primavera de 1.915.
Tanque Whippet británico. Protagonista de la parte final
de la guerra, su influencia llegaría hasta bien entrados los '30.
Mucho había llovido, sin que los esfuerzos de uno u otro bando hubiesen variado la tónica de empate técnico, de cientos de miles de bajas, la pérdida de moral causada entre tropa y oficiales tras largos días enterrados en las sucias y heladas trincheras del Frente Occidental. Los desarrolladores británicos habían conseguido dar con una tecla que podría variar este apocalipsis, permitiendo romper las densas líneas de defensa: el tanque; y se proponían probarlo cuanto antes. Aun así, a pesar que los primeros pedidos datan de enero de 1.916, no sería hasta el 15 de septiembre de 1.916, cuando se llevase a cabo su primer combate.
Durante la desgarradora ofensiva británica en el Somme, la falta de progresos permitió lanzar a los nuevos titanes, las máquinas infernales, al combate durante la batalla de Flers-Courcelette. Los Mk I fueron utilizados individualmente, avanzando por delante de la infantería; aunque los alemanes fueron impactados por su simple visión, arrollando el alambre de espino y alcanzando sin dificultad sus trincheras, pronto aprendieron a combatirlos. Los problemas fueron muchos; de los cuarenta y nueve tanques desplegados, tan sólo treinta y dos estaban en condiciones mecánicas de cumplir su misión al inicio del ataque. La mayoría sufrió averías mecánicas o quedó empantanado en la tierra de nadie, aunque nueve de ellos alcanzarían las defensas alemanas causando el terror, y permitiendo a la infantería ocupar las posiciones alcanzadas.
Tanque Mk. I maniobrando en la zona de trincheras.
Los resultados, aunque esperanzadores, no resultaban los esperados. El tanque había sido enviado demasiado pronto a la batalla, y en un número tan reducido que su impacto en la misma había sido pequeño comparado con las esperanzas despertadas. El estado mayor francés, por su parte, fue muy crítico con el uso británico del arma secreta, por tanto y cuanto se había desperdiciado ese “secretismo” para obtener un éxito mínimo. Francia esperaba estrenar sus propios tanques en pocos meses, y pensaban que descubrir el arma secreta tan pronto sólo serviría para que los alemanes desarrollasen sus contramedidas rápidamente.
Los tanques británicos volverían a la batalla varias veces más durante el Somme, en pequeños números y graves pérdidas. Mientras tanto, los franceses, ya perdido el factor sorpresa, sopesaron retrasar el debut de sus tanques, alejándolos del contragolpe francés en Verdun y retrasando su empleo hasta la Ofensiva Nivelle en la primavera de 1.917. Durante los combates en la Meseta de Craonne y en el Camino de las Damas, participaron grandes cantidades de tanques Saint- Chamond y Schneider, con resultados poco esperanzadores; cerca del 50% de los Schneider desplegados el 16 de abril fueron destruidos por la artillería alemana de largo alcance; por su parte los Saint-Chamond desplegados el 5 de mayo, fueron incapaces de alcanzar la primera línea de trincheras alemanas.
Tanque Saint-Chamond capturado durante la Ofensiva Nivelle.
Como parte de los apoyos a la Ofensiva Nivelle, los británicos desplegaron numerosos tanques durante la campaña de Arras, participando también ampliamente en los éxitos (limitados) logrados por las tropas de la Commonwealth durante la Tercera Batalla de Yprés.
Sin embargo, el momento de inflexión para el tanque, especialmente para el Cuerpo de Tanques británico, iba a ocurrir en el otoño de 1.917, cuando se puso en marcha el operativo diseñado por el comandante de artillería de la 9ª división escocesa, Henry Hugh Tudor. En agosto de 1.917, Tudor presentó un plan para realizar un ataque sorpresa sobre las posiciones de la Línea Hindemburg frente al sector del IV Cuerpo británico en la Picardía, al este del río Somme, empleando las últimas doctrinas de “armas combinadas”, con un fuerte apoyo artillero, aviación y la presencia de un pequeño contingente de tanques. El plan fue bien aceptado por el Alto Mando británico, aunque influenciado por las teorías del Coronel Fuller, comandante del Cuerpo Real de Tanques, se incrementó la participación de sus máquinas infernales hasta sumar un apoyo masivo.
Henry Hugh Tudor, planificó el asalto en Cambrai
Las sucesivas reformas del plan inicial llevaron a la implementación de un plan de batalla que sería puesto en funcionamiento el 20 de noviembre de 1.917, cuando, cerca del amanecer, más de un millar de cañones británicos saturaron las defensas alemanas del 2º Ejército, en el sector de los cuerpos III y IV británicos. Tras unos minutos de bombardeo, arrojaron humo para oscurecer el avance de la infantería, e iniciaron una barrera móvil justo unas decenas de metros por delante de las tropas en avance. La fuerza asaltante estaba compuesta por seis divisiones de infantería, apoyadas por más de cuatrocientos tanques. El ataque fue demoledor, tomando por sorpresa a la defensa alemana; las fuerzas del General von der Marwitz sucumbieron, cediendo numerosas posiciones fuertes ante el ímpetu del ataque británico. En algunos puntos, la punta de lanza aliada penetró hasta ocho kilómetros la Línea Hindemburg. En el sector de Masnières, sólo el colapso del puente sobre el Canal de Saint-Quentin, al hundirse ante el paso de los pesados tanques, frenó el avance británico. Tras el primer día, ciento ochenta tanques estaban fuera de servicio, sesenta y cinco de ellos destruidos o capturados por la defensa alemana.
Las armas combinadas (tanques, artillería, aviación,
infantería) marcarán la Batalla de Cambrai.
A partir del segundo día de ofensiva, el avance se relantizó de forma obvia, al tiempo que se incrementaban las bajas. El éxito más notable del segundo día de batalla fue la conquista de Flesquières, abandonado el día veinte por los defensores alemanes. A partir del 22 de noviembre, el esfuerzo británico se concentró en atacar a lo largo de la carretera de Baupame a Cambrai, apuntando hacia el Risco de Bourlon. El avance hacia Bourlon y Anneux fue terriblemente costoso; los contraataques alemanes socavaron la capacidad de avance de las fuerzas británicas, incapaces de coordinar el avance de los tanques y la infantería como había ocurrido el primer día. El puño acorazado que impulsó el esplendoroso triunfo del día veinte se había evaporado.
El 23 de noviembre, la 40ª división, apoyada por cien tanques y más de cuatrocientos cañones, atacó los bosques frente al risco, consiguiendo muy pocos éxitos y sufriendo enormes bajas. Los contragolpes alemanes sólo pudieron ser contenidos por la rápida intervención de las reservas británicas. Los atacantes estaban exhaustos, y sus tanques de apoyo estaban reducidos a menos del cincuenta por ciento de los iniciales.
Muchos tanques quedarían convertidos en chatarra. Cambrai.
El último esfuerzo ofensivo por alcanzar Cambrai lo realizó el día 27 la 62ª división, apoyada por treinta tanques, aunque no logró avances significativos. El día 28 de noviembre la ofensiva era paralizada sin lograr sus objetivos, aunque con una importante lección sobre como usar los tanques en el futuro.
La batalla aun duraría algo más de una semana, cuando los alemanes, que habían desplazado veinte divisiones de refuerzo al sector de Cambrai, lanzaron una serie de fuertes contraataques, empleando las técnicas de infiltración diseñadas por von Hutier. Los alemanes sufrirían fuertes pérdidas, pero el 7 de diciembre, ante la insistencia alemana, y con sus fuerzas muy disminuidas, Haig ordenaba la retirada, cediendo la mayor parte de sus ganancias territoriales. Al final, tras más de dos semanas de combates, los logros habían sido diminutos. 44.000 británicos y 45.000 alemanes fueron bajas. Aunque cerca de 300 tanques estaban fuera de combate al final de la batalla, sólo 179 de ellos fueron destruidos.
Tras las enseñanzas de Cambrai, los británicos detectaron que el problema fundamental había estado en la escasa velocidad de sus tanques, lo que imposibilitaba profundizar más las rupturas logradas en los asaltos iniciales. Por tanto desarrollarán los tanques Whippet (Lebrel) con el objetivo específico de explotar las brechas abiertas en las líneas enemigas. Los Whippet doblarán la velocidad de los Mk IV, y será la base de los modelos de posguerra.
A la izquierda un Mk. IV inglés. A la derecha un AV7 alemán.
Aunque los alemanes apenas tendrán acero para desarrollar sus propios tanques, constuirían una veintena de AV7, que apoyarían con Mk IV capturados. El primer enfrentamiento entre tanques registrado ocurrirá el 24 de abril de 1.918 en la batalla por Villers-Bretonneux, al enfrentarse tres AV7 alemanes con tres Mk. IV británicos.
Serán, no obstante, los americanos, los primeros en percatarse de la capacidad del tanque como arma ofensiva. Construyendo su propia unidad de tanques bajo el mando del General de Brigada Rockembach, que incluía más de dos mil tanques ligeros y cuatrocientos pesados, cedieron la organización sobre el terreno al capitán George S. Patton, quién los dirigiría durante las Ofensivas de Pacificación, en el verano y otoño de 1.918.

El tanque sería finalmente pieza fundamental para forzar a los Poderes Centrales al armisticio.
Recreadores durante la conmemoración del centenario de la Batalla de Cambrai. Noviembre de 2017.

miércoles, 25 de octubre de 2017

ARTÍCULO XXXVI. (APOCALIPSIS). LA CAIDA DEL ZAR. RUSSIAN REVOLUTION*:

Lenin arenga a las masas proletarias durante la Revolución de Octubre de 1.917
*Se debe considerar la Revolución Rusa uno de los momentos más importantes de la Historia del siglo XX. De hecho, el triunfo de la Revolución de Octubre abrió la era de las ideologías, donde estas primaron sobre los Imperios previos y fueron tomando el poder de forma sucesiva, en diferentes naciones, hasta enfrentarlas en un brutal conflicto que será conocido como Segunda Guerra Mundial. El gobierno salido de la Revolución Rusa, pervivirá en el tiempo para ser sujeto de un largo periodo de enconado conflicto, diplomático principalmente, pero también bélico, en otros momentos, que denominaríamos Guerra Fría. La caída del Muro de Berlín supondrá el final del poder salido de las cenizas del Imperio Ruso, setenta y dos años después.
Una de las más graves equivocaciones cometidas por un gobernante durante el conflicto mundial que asoló Europa entre 1.914 y 1.918, fue el perpetrado por el líder de la casa Romanov, el ínclito Zar Nicolás II de todas las Rusias, cuando, tras la gran retirada de 1.915, decidió retirar el mando a su tío el Gran Duque Nikolai, asumiéndolo personalmente.
Hasta aquel momento, su tío y quienes le precedieron en el mando general de la STAVKA habían servido de dique de contención ante las críticas de los movimientos revolucionarios. Sin embargo, al suplantar al mando supremo de la STAVKA, los desastres militares salpicaron de lleno a los Romanov, causando un rápido desgaste que acabaría con su detención, abdicación y, finalmente, exterminio a manos de los bolcheviques.
Conozcamos como se desarrolló la historia.
Nota: En la documentación en la que me he basado para escribir el artículo, proveniente de artículos de internet, la enciclopedia británica, documentos de páginas de historia rusa, etc, se usa de forma fundamental las fechas del calendario ruso en vigor en 1.917, que es el calendario juliano; sin embargo, nosotros nos regimos por el calendario gregoriano, y he hecho el esfuerzo de buscar y transformar las fechas, aunque pueda cometer algún error, que ruego disculpeís. He acá la explicación de por que la Revolución Bolchevique se llama de “Octubre” cuando en nuestro calendario llegó en noviembre de 1.916. Disfrutad el artículo.
Contenido de la Entrada:
1.       El Zar toma el mando. La situación hasta febrero de 1.917.
2.       La Revolución Rusa. La Caida del Zar.
3.       La Ofensiva Kerensky.
4.       La Revolución de Octubre. Los bolcheviques toman el poder.
5.       Consecuencias.
6.       Anexos:
a.      Rasputín.
b.      Vladimir Illich Ulianov. Lenin.
c.       Los Romanov, historia y leyenda.

1. EL ZAR TOMA EL MANDO. LA SITUACIÓN HASTA FEBRERO DE 1.917:
El Zar gustaba de visitar a las tropas. A partir de tomar el
mando de la Stavka, su presencia fue constante.
Tras la derrota rusa que siguió a la ofensiva de las Potencias Centrales en Gorlice-Tarnow y la desastrosa Gran Retirada, el Zar Nicolas II decidió abandonar la seguridad del Palacio Imperial en Petrogrado (como se conocía a San Petersburgo desde 1.914) para asumir personalmente la dirección de los ejércitos rusos, el 5 de septiembre de 1.915, tras césar a su tío, el Gran Duque Nikolai. El zar tomaría esta decisión a pesar de las advertencias contrarias de sus ministros y colaboradores más próximos, que argumentaban que el caótico sistema administrativo ruso colapsaría si el último responsable de tomar las decisiones, siguiendo el sistema autocrático vigente, se encontraba a quinientos kilómetros de distancia.

Además, sugirieron al Zar que esta decisión resultaba absurda tras la sucesión de derrotas de la que venía el ejército ruso; la pérdida de Varsovia, el sacrificio de dos millones de soldados en la Gran Retirada, y la falta de recursos (suministros y municiones) para mantener al ejército en la ofensiva, hacían que la decisión fuese irresponsable para el gobierno ruso; de hecho exponía en exceso a la monarquía, presentándola ante el pueblo como la culpable de la derrota y de sus consecuencias más terribles.

El Zar Nicolás II y el Zarévich Alexei en el frente. Al Zar le
gustaba que su hijo conociese la vida castrense.
Pero Nicolás II era obcecado; desde el comienzo del conflicto había soñado con tomar el mando de sus tropas, dirigirlas a la victoria como sus predecesores habían hecho en los siglos pasados. Disfrutaba mucho acudiendo con el Zarevich Aleksei a los cuarteles militares, donde gustaba de mostrarle a su hijo el poderío del ejército ruso. Le encantaba la vida castrense, aunque, por desgracia para su dinastía, poseía pocas virtudes como militar. El Zar carecía de carácter como para impresionar a los oficiales de Estado Mayor, lo que le restaba credibilidad a sus órdenes, dificultando su mando. De hecho, ninguna de sus decisiones militares sería asumida por el mando general del ejército hasta su abdicación en 1.916.

El gesto de Nicolás tuvo sus consecuencias en la política internacional. Los gobiernos de los aliados de la Entente rápidamente comprendieron que el Zar se había amarrado al mástil de un barco a la deriva; el que se mantuviese a flote o se hundiese en las profundidades lo determinaría el desarrollo de la guerra. Esto impulsaría la decisión de emprender costosísimas ofensivas que, en apoyo de Rusia, supondrían el sacrificio de cientos de miles de británicos y franceses. El gobierno del Kaiser, por su lado, leyó la decisión del Zar como un desafío que hacía imposible cualquier intento de negociar una paz separada con Rusia, lo que llevaría al mando general alemán a concentrarse en debilitar la posición del Zar.

El oscuro personaje Grigori Raputín, acumulará un poder
enorme influenciando a la Zarina Alexandra (derecha).
La decisión del Zar, como ya habían predicho sus asesores, llevó al quiebre físico del sistema. La Zarina quedó encargada de las labores administrativas, pero la falta de una mayor preparación intelectual, que le permitiesen defender la situación con solvencia, la hicieron caer bajo el influjo del siniestro monje Grigory Rasputín, un vidente quién ejerció como su asesor personal, para disgusto de los nobles rusos. Sumado al origen alemán de la Zarina, convirtió en imposible su labor, completando el panorama que llevaría al desastroso final del Imperio Ruso.
Pero volvamos a la decisión del Zar. Dirigirse a mandar la Stavka lo llevó a la alejada localidad de Mogilev, desde donde apenas podía influir en los asuntos de estado que no fuesen la guerra. Para esta labor, para ser el comandante en jefe, Nicolás II no se encontraba cualificado, lo que llevaría a que sus malas decisiones provocasen un empeoramiento de la situación estratégica del Imperio Ruso. Nicolás II, desde un punto de vista militar, apenas si había tenido instrucción; había sido oficial de caballería antes de su llegada al trono imperial, pero allí acababa todo su contacto con lo castrense. Le encantaban los uniformes y el estilo de vida, pero en absoluto podía compararse con sus antecesores, como Pedro I el Grande, quienes habían sido educados de forma paciente en el arte de la guerra. En su mente estaba emular a sus antepasados, lo que supondría un peso demasiado grande para lo que podía manejar.

Oficiales rusos visitan el frente antes de la ofensiva de .916
La decisión del Zar de encargar al General Brusilov la organización de una ofensiva en el verano de 1.916, para la que se emplearon todos los recursos disponibles, llevó a una victoria inicial que acabaría con la capacidad ofensiva rusa. La mala gestión de la producción de municiones y distribución de suministros, dependientes del ministerio de la guerra, dejó los depósitos de municiones exhaustos en octubre de 1.916, lo que ocasionaría que las ganancias de la ofensiva Brusilov comenzasen a perderse rápidamente. Además, infligir una nueva derrota a las armas austriacas, compensadas por la ofensiva alemana, había supuesto al ejército ruso la pérdida de cerca de un millón de hombres, lo que causó desaliento y problemas en la retaguardia. Los soldados comenzaban a hablar abiertamente de revolución como único medio de frenar la sangría.

El Zar Nicolás con la Zarina Alexandra en 1,915
Este malestar se transmitió a los nobles rusos, que veían peligrar su situación; culparon primordialmente a la deficiente gestión de la administración pública por parte de la Zarina, y especialmente acusaban a Rasputín de tramar contra el Imperio; el mismísimo Gran Duque Nikolai llegó a amenazar con colgar al monje si esté se presentaba en el cuartel general de la STAVKA. La situación no podía acabar bien; el 30 de diciembre de 1.916, Rasputin era asesinado en el curso de una conspiración en la que formaban parte miembros de la nobleza, diputados de la Duma e incluso el Servicio Secreto Británico.
El objetivo era reconducir las decisiones administrativas de la Zarina, pero ya era tarde; el daño estaba hecho, y comenzó a prepararse un golpe de estado que derrocase a los Romanov e impidiese que los bolcheviques ocupasen el poder por la fuerza.

2. LA REVOLUCIÓN RUSA. LA CAIDA DEL ZAR:
Soldados rusos en las calles de Petrogrado (1.917)
La situación era insostenible. La guerra avanzaba, las bajas crecían y el territorio ruso estaba siendo ocupado por las Potencias Centrales. Los generales mandaban con prepotencia desde sus cuarteles de invierno, mientras sus soldados morían de frío y hambre en la línea de frente. Los bolcheviques incitaban a la huelga y la revolución, provocaban tumultos y combates callejeros en las ciudades, y la policía estatal los represaliaba, causando auténticas sangrías entre los huelguistas. La crisis económica era galopante.
Para empeorar la situación, la errática dirección de la guerra había quedado en manos del Zar, quién había intentado apoderarse de la triunfal Ofensiva Brusilov para mejorar su imagen, y sin embargo se había visto inmerso en una sucesión de golpes de mano de las Potencias Centrales que habían puesto al ejército imperial al borde del colapso.
El Zar con su tío y comandante de la Stavka
hasta su reemplazo por el mismo zar, el Gran
Duque Nicolai.
Nada funcionaba bien; el hambre se paseaba por el frente y la retaguardia; los trenes de suministro llegaban a las necesitadas tropas con cuentagotas; la burocracia zarista complicaba la circulación de órdenes y, sobre todo, la logística que una guerra moderna necesitaba. Las deserciones en el ejército se multiplicaron, junto con las ejecuciones de represalia.
En las ciudades, el frío congelaba a las gentes sencillas, sin madera para quemar, sin alimentos. Los precios estaban sometidos a una inflación galopante, y las protestas y huelgas estaban a la orden del día.
Todos esos factores hicieron caer la confianza en el régimen zarista hasta mínimos históricos. Durante 1.916, Alexander Guchkov, diputado de la Duma, había sondeado en nombre de un importante grupo de políticos a los oficiales más jóvenes del ejército y a los miembros de Comité Central de la Industria Bélica sobre la posibilidad de realizar un golpe de estado que derrocase el gobierno zarista. En noviembre, desde la Duma se acusaba directamente al gobierno de intentar alcanzar una paz separada con Alemania, intentando así atraer la simpatía de las potencias de la Entente hacia un posible golpe militar.
Rasputin, al que se acusaba de ser parte de los males que
azotaban al Imperio fue asesinado en diciembre de 1.917
En diciembre de 1.916, para agravar la situación, un grupo de nobles asesinó al sacerdote Rasputín, consejero de la Zarina y al que se acusaban de ser responsable de buena parte de los males que afectaban al gobierno. La influencia de la Zarina sobre el Zar Nicolás II era notablemente conocida, y la desconfianza en los consejos del monje Rasputín, al que muchos acusaban de ser más que un simple consejero espiritual de la Zarina, mezclado con el origen germano de la misma (nacida en Hesse-Darmstadt), creaban el caldo de cultivo necesario para pensar que ambos tenían que ver algo en los desastres militares rusos.
Los movimientos para reemplazar al zar continuarán a comienzos de 1.917, especialmente promovidos por los políticos socialistas en el exilio, quienes habían acordado con sus contrapartidas alemana y francesa, trabajar conjuntamente por la paz. En esta tesitura, comenzaron a ser patentes las diferencias entre ellos, especialmente entre Leon Trotsky, menchevique que defendía el derecho de Rusia a defenderse de Alemania, y Vladimir Lenin, quién apoyado por Zinoiev y Radek, apoyaba claramente la opción de incumplir sus obligaciones con la Entente y sacar a Rusia de la guerra de forma inmediata.
Los movimientos revolucionarios impulsados por Lenin,
acabaron con una revolución suave, auspiciada por la Duma
y apoyada por el ejército. Tropas rusas en Petrogrado.
A fin de afianzar sus ideales, Lenin favoreció una serie de revueltas a lo largo de 1.916 y, especialmente, el comienzo de 1.917 en la ciudad de Petrogrado, que darían lugar a la Revolución Rusa de 1.917.
Muchos factores adicionales colaboraban a que la situación del gobierno ruso fuese insostenible. Entre ellos estarían los profundos cambios económicos y sociales que estaba experimentando el país, así como la percepción por parte de la Duma de que algo estaba cambiando en Rusia. Hacia comienzos de febrero de 1.917, los trabajadores industriales comenzaron, impulsados por la actividad bolchevique, una serie de huelgas y demostraciones de fuerza que tensaron gravemente la situación en Petrogrado. Para mediados de marzo, la inmensa mayoría de las empresas, así como los maestros, estaban en huelga.


En un intento de aplacar el golpe de estado,
Nicolás II ordenó a las tropas actuar contra
el pueblo. Eso fue su fin, ya que estas acabaron
uniéndose a los rebeldes.
Para garantizar la seguridad pública y evitar revueltas, el Zar llamó al ejército. Al menos contaba con 180.000 hombres en la capital, aunque muchos de ellos eran reclutas no armados o enfermos y heridos que esperaban su retorno al frente. Tan sólo unos 12.000 estaban armados y en condiciones de participar contra las revueltas, aunque su fidelidad se puso en duda cuando el día 11 de marzo recibieron la orden de disolver las marchas por la fuerza. Conociendo que al menos 50.000 mujeres se encontraban entre los manifestantes, las tropas se negaron a disparar sobre la masa, volviéndose contra sus oficiales. La ciudad entera pareció amotinarse, y los símbolos zaristas comenzaron a ser derribados.
La Duma, reunida de urgencia, decidió establecer un Comité Temporal para restaurar la ley y el orden; por su lado, el partido socialista anunciaba la creación de un Soviet en Petrogrado, para representar a los trabajadores y soldados ante la Duma. Las unidades que habían permanecido leales al Zar, se pasaron al bando de los revolucionarios el día siguiente. El Zar reaccionó dirgiendose en su tren personal hacia Petrogrado, en un intento por restablecer la situación; sin embargo, el tren fue retenido el 14 de marzo por un grupo de revolucionarios armados en Malaya Vishera, lo que impidió la misión del Zar; cuando por fin consiguió llegar a Pskov, el jefe del Ejército, Mikolai Ruzsky apoyado por varios diputados de la Duma, le sugerieron que abdicase para evitar males mayores. Al día siguiente, 15 de marzo, tal vez pensando en salvar la vida de su familia y, especialmente, de su hijo, el Zarevich, Nicolás nombró a su hermano, el Gran Duque Michael Alexandrovich como su sucesor, aunque este declinó la oferta, considerando que no contaba con apoyos para llevar a cabo su labor.
El zar fue capturado y puesto bajo arresto
en el Palacio Alexander. Esta foto corresponde
a sus jardines durante la primavera de 1.917
Quedando bajo arresto, Nicolás II se reunió con su familia en el Palacio Alexander en Tsarkoye Selo. El Gobierno Provisional, que emergió el 16 de marzo del Comité Temporal de la Duma, lo puso bajo arresto domiciliario.
Sin embargo, las cosas no pintaban bien para el futuro de Rusia. EL Gobierno Provisional no era más que un intento por mantener el poder de los tradicionales aristócratas, liderado inicialmente por el Príncipe Georgy Yevgenevich Lvov, del Partido Demócrata (KD); sus principales rivales, los socialistas, constituyeron el Soviet de Petrogrado, desde donde pugnarían por controlar el poder.

3.- LA OFENSIVA KERENSKY:
Aleksandr Fiodorovich Kereknsky, miembro del Partido Social
Revolucionario, acabará acumulando todo el poder del
Gobierno Provisional.
El Gobierno Provisional del Príncipe Lvov, puesto en entredicho por los socialistas de los recién creados soviet, estaba deseoso de ganar legitimidad ante sus aliados, manteniendo los compromisos adquiridos por el Ejército zarista; entre estos compromisos estaba el lanzar una gran ofensiva durante el verano, aunque la descomposición en que había entrado el aparato del estado, y principalmente el ejército, complicaba la situación.
A fin de seducir a los extremistas, Lvov ofreció una cartera ministerial a Aleksandr Fiodorovich Kerensky, que era a la vez miembro de la Duma y del Soviet de Petrogrado. Sería el único miembro del Partido Social Revolucionario con presencia en ambos estamentos que fuese miembro del gobierno. Para el mes de mayo de 1.917, fue nombrado ministro de la guerra con la oposición del estamento de oficiales jóvenes del ejército, que consideraban un insulto su elección. Aun así, estaba considerado un héroe, lo que motivaba a las tropas con vistas a la próxima ofensiva.
El Kaiser Guillermo visita a tropas turcas alistadas en el
Frente Ruso, justo antes de la ofensiva de 1.917.
La Ofensiva Kerensky, como acabaría siendo conocida, buscaba no sólo mantener la ofensiva, acorde a los acuerdos militares con sus aliados; también buscaba elevar la moral del ejército y la población civil, y consolidar el gobierno, del que Kerensky acabaría siendo presidente a a partir del verano de 1.917.
Vasiliy Alekseyev, jefe de estado mayor entre marzo y junio de 1.917, inició un programa de visitas al frente para evaluar la moral y capacidad de combate de las unidades de primera línea, requiriendo informes a sus comandantes. La mayoría de los comandantes informaron de numerosos casos de indisciplina, deserción y cobardía, así como de una baja capacidad combativa en sus unidades, por lo que recomendaban no iniciar operaciones ofensivas y mantenerse a la espera. Además, los oficiales informaron de su confusión al tener que obedecer el mando político del Gobierno Provisional y del Soviet de Petrogrado, cuyas instrucciones no siempre eran las mismas, lo que causaba un grave trastorno a la cadena de mando.
Los preparativos para la ofensiva, obligada por los acuerdos
con sus aliados, fueron precipitados y poco eficaces.
Alekseyev informó a su contrapartida francesa (Philippe Petain) y británica (Sir Douglas Haig) pidiéndoles que le liberasen de sus compromisos ofensivos en el frente oriental. Sin embargo, estos presionaron para que Guchkov, predecesor de Kerensky en el ministerio de la guerra, y posteriormente el mismo Kerensky, buscasen opiniones alternativas al discurso de Alekseyev, encontrándolo en el Comandante del Frente del Sudoeste, Aleksei Brusilov; Brusilov era optimista con respecto a las posibilidades ofensivas del ejército, llegando a afirmar: “los ejércitos tienen el deseo y capacidad de atacar; debemos cumplir nuestras obligaciones con los aliados”.

Kerensky cotejó la opinión de Brusilov con otros oficiales, y percibió que todos estaban de acuerdo en no reanudar la ofensiva hasta que la disciplina fuese reestablecida y la moral elevada. Pero Kerensky no podía esperar; el 22 de mayo reemplazó a Alekseyev por Brusilov al mando de la Stavka, permitiéndole elegir a los comandantes de los diferentes frentes.
Kerensky visita a las tropas. Sólo Brusilov creía en el éxito.
Una vez solucionado el apoyo del ejército a la ofensiva, Kerensky se concentró en buscar el apoyo político. Consiguió el del Soviet tras presentar las líneas generales del plan de Brusilov durante el Primer Congreso Soviético de Todas las Rusias, celebrado en Petrogrado en junio.
Así que pasó a desarollar la última fase de su estrategia, reequipando a las unidades implicadas; la industria no conseguía cumplir los objetivos, y las municiones y armamento suministrado distaba de ser suficiente para cumplir los objetivos globales de la ofensiva. Sin embargo, concentrando todo el material en el punto de ofensiva, iba a obrarse el milagro de disponer de la mejor preparación de la guerra para una ofensiva rusa.


LA OFENSIVA KERENSKY
El plan reflejaba que sería el Frente del Sudoeste el que llevase el peso de la batalla, con tres ejércitos (, y 11º) y cerca de 400.000 hombres atacando a lo largo de un frente de 200 km de extensión. Se esperaba una preparación artillera previa de 48 horas, antes de mandar a la infantería y caballería a romper las líneas de las Potencias Centrales. Tácticamente, el objetivo sería capturar Lemberg, en Galitzia, para interrumpir las comunicaciones entre los aliados alemanes (al norte) y austrohúngaros (al sur); sobre estos últimos se volcaría el grueso de la ofensiva rusa, a las que esperaban infligir una derrota decisiva que obligase a los alemanes a retirar fuerzas numéricamente elevadas del frente occidental, facilitando así la ofensiva de los aliados occidentales, que esperaban como agua de mayo la llegada de los refuerzos americanos, aun en preparación.
La ofensiva se inició el primero de julio de 1.917. Tras el bombardeo preliminar, muchas de las unidades austrohúngaras, ya de por si cortas de personal, quedaron virtualmente destruidas, lo que permitió el éxito inicial de la ofensiva Kerensky. Al norte, el 11.er ejército ruso despedazó al 2º ejército austrohúngaro, al lanzar su ataque sobre la 19ª división, formada por checos, a los que obligó a rendirse en masa con la mediación de fuerzas checas pro rusas; 3.000 soldados rindieron sus armas, creando un agujero en las líneas de defensa austrohúngaras que los rusos aprovecharían, penetrando en profundidad y envolviendo a buena parte del 2º Ejército austriaco. Sólo el primer día de ofensiva, el 11º Ejército hizo 18.000 prisioneros.
Soldados rusos antes del ataque.
Peor le iría al 7º ejército, que tuvo problemas burocráticos para recibir las órdenes y atacó tres días más tarde, perdiendo el factor sorpresa. Aun siendo el mayor de los tres ejércitos implicados, fue incapaz de romper las líneas austriacas y sufrió graves pérdidas. Su fallo fue compensado por el 8º Ejército ruso, al sur, que conseguiría el mayor éxito de las fuerzas implicadas; arrojándose sobre el 3º Ejército Austrohúngaro, los rusos rápidamente derrumbaron el frente, sorprendiendo y eliminando a una pequeña fuerza de reserva alemana. Entre el 1 y el 3 de julio, hicieron 10.000 prisioneros y capturaron 80 piezas de artillería.
Sin embargo, tras los éxitos inciales, Brusilov se vió obligado a disminuir el ritmo de avance de sus tropas por diversos motivos. La llegada de refuerzos de las Potencias Centrales fue uno de ellos, pero no el principal; el problema principal lo causaba la poca planificación para realizar avances más allá de los éxitos iniciales, así como la falta de combatividad de la tropa, de la que Brusilov esperaba que estuviese deseosa de éxitos, una vez obtenidos los primeros resultados, pero a la que encontró rehacia a probar suerte en nuevos asaltos. Brusilov se vió obligado a retrasar los planes para avances secundarios, dejando finalmente en mano de los comandantes inferiores el decidir cuando sus tropas estaban preparadas para el avance, lo que acabaría ocasionando el caos en el campo de batalla, con una completa falta de coordinación que sería la tumba de miles de jóvenes rusos.
El desastre. Miles de rusos se rindieron durante la retirada.
Prisioneros rusos en agosto de 1.917.
Mientras el mando y la tropa rusa estaban sometidos a un caos absoluto, las tropas de los Poderes Centrales se reorganizaron y se prepararon para contraatacar. Los alemanes transfirieron seis divisiones del Frente Occidental al ruso en pocos días, aprovechando su excelente sistema ferroviario; estas divisiones, con una preparación militar muy superior a la de sus contrapartidas austriacas, atacaron las líneas rusas, sometiéndolas a un gran estrés y provocando su colapso. En el sur, el 7º Ejército austrohúngaro comprobó la debilidad de las posiciones rusas y obligó al 8º ejército a replegarse. En todo el frente las fuerzas rusas sucumbieron, siendo obligadas a replegarse a toda velocidad, perdiendo 145 km de terreno y 60.000 hombres en diez días. El colpaso del ejército ruso era tal que fue incapaz de articular contraofensiva alguna.
La retirada fue general. Los soldados rusos rehusaron luchar
y el ambiente revolucionario comenzó a verse en el ejército.
La consecuencia fue que la Ofensiva Kerensky, el desesperado intento final por restablecer la autoridad gubernamental, se volvió contra el Gobierno Provisional. Su fracaso marcó definitivamente una situación de precariedad del Gobierno Provisional en el terreno militar, político y diplomático.
Tras sufrir un golpe tan dramático, el ejército ruso fue incapaz de recuperarse. Comenzó una retirada constante que provocó la caída de Riga, a tan sólo 400 km de Petrogrado. En vez de elevar la moral de la tropa, la ofensiva sirvió para derrumnar definitivamente la misma, provocando miles de deserciones y degenerando en la insurrección de la tropa, harta de guerra. Kerensky reemplazó a Brusilov por el General Lvrv Kornilov, quién intentaría un golpe de estado el 9 de septiembre de 1.917 que supondría la puntilla para el Gobierno Provisional. Aunque el golpe fue derrotado en cinco días, la autoridad del gobierno quedó en entredicho, lo que sería aprovechado por los Bolcheviques para atraer a las masas hacia su pensamiento y tomar el poder.

4. LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE. LOS BOLCHEVIQUES TOMAN EL PODER:
Kerensky intentó levantar la moral visitando el frente. Ya
presidente del gobierno desde agosto, su esfuerzo fue vano.
Entre febrero (marzo en el calendario gregoriano que nos rige) y octubre (noviembre) de 1.917, a parte de la ofensiva Kerensky, se movieron muchas cosas desde el punto de vista político, especialmente derivadas de una convivencia entre la Duma y los Soviet que llevaron a Rusia a una “dvoevlastie”, un poder dual. Los diputados mencheviques y socialistas revolucionarios de la Duma tomaron el liderazgo a la hora de organizar el poder legislativo clásico, mientras el soviet de Petrogrado asumía la representación de las clases trabajadoras.
La relación entre estos dos poderes resultó compleja, ya que las decisiones de la Duma eran visadas por el Soviet, lo que para los diputados resultaba una insoportable injerencia. Las crisis políticas se sucedieron durante las primeras semanas posteriores a la Revolución de Febrero, hasta que el joven abogado y miembro del Partido Socialista Revolucionario, Aleksandr Kerensky, se mostró de acuerdo en entrar en el gobierno, donde ocuparía diversas carteras hasta llegar a ser primer ministro. Kerensy intentó mejorar las relaciones entre la Duma y el Soviet, aunque acabaría rompiendo con este último, al que pertenecía, una vez conseguido el permiso para lanzar su ofensiva militar.
Para empeorarlo todo, Ludendorff envió a Lenin a Petrogrado
con un permiso especial para atravesar el frente, siendo
recibido por las masas obreras como el esperado mesias
revolucionario (abril 1.917)
Los mayores problemas los mantuvo con el Partido Bolchevique, liderado por Vladimir Lenin, quién vivía en Suiza exilado. Lenin había visto una oportunidad para imponer sus ideas revolucionarias marxistas en el aperurismo democrático posterior a la Revolución de Febrero. Sin embargo, la guerra le mantenía alejado de Rusia, y le impedía fomentar la revolución.
El general alemán Ludendorff, de facto el presidente alemán, vió la oportunidad en Lenin para desestabilizar a Rusia y sacarla de la guerra. Conocía que los bolcheviques apostaban por sacar a Rusia de la guerra si conseguían el poder, por lo que ofreció a Lenin fletar un tren especial que lo llevase a Rusia. De esa forma, además, alejaban esas ideas revolucionarias de Alemania. Tras pasar la línea del frente, Lenin llegó a Petrogrado en abril de 1.917.
Los Días de Julio fueron el primer intento bolchevique por
hacerse con el poder, acabando en un caos sangriento y el
encarcelamiento de los principales líderes comunistas.
Con la llegada de Lenin, la popularidad de los bolcheviques creció rápidamente, especialmente entre los trabajadores industriales y mineros, muy descontentos con el trato que les daba el Gobierno Provisional. En el verano de 1.917, llegó la Ofensiva Kerensky, y con ella los problemas en el ejército. Los radicales marineros de Krondstadt elevaron la atmósfera pre revolucionaria, mientras el Gobierno Provisional comenzaba a arrestar a los líderes radicales tras que estos tratasen de impulsar huelgas y rebeliones internas en el ejército durante el desarrollo de la ofensiva. Tras el fracaso de las acciones impulsadas por los bolcheviques durante los Días de Julio, Lenin huía a Finlandia, mientras Trotsky, líder de los mencheviques, y otros líderes bolcheviques, eran arrestados.
El fallo de los bolcheviques al provocar la rebelión durante los Días de Julio, demostró rápidamente que había sido únicamente temporal. Los bolcheviques experimentaron un rápido crecimiento entre sus miembros, de tal suerte que para el mes de septiembre, la facción bolchevique lideraba al resto de facciones con 200.000 miembros activos, y eran la facción revolucionaria más numerosa en San Petersburgo (como había comenzado a conocerse a Petrogrado) y en Moscú.
Los desastres del frente obligaron a Kerensky
a reemplazar a Brusilov con Kornilov (en la foto)
Kornilov dio un golpe de estado en septiembre que
supuso la tumba del Gobierno Provisional.
Para empeorar las cosas para el Gobierno Provisional, comenzaron a producirse los desastres; a parte de la dimisión del Príncipe Lvov como presidente, ocupado su cargo por el propio Ministro de la Guerra, Kerensky, empezaron a producirse deserciones masivas en el ejército y los éxitos iniciales de la ofensiva se tornaron en una amarga y grave retirada, por lo que Kerensky sustituyó a Brusilov al mando del ejército por el general Lavr Kornilov. En su afán por proteger las garantías democráticas, Kornilov cometió un grave error; creyendo que el gobierno había sido derrocado por los bolcheviques el 9 de septiembre de 1.917, ordenó a las tropas acantonadas en Petrogrado pacificar la ciudad y garantizar la seguridad del gobierno. Las fallas de comunicación entre el gobierno Kerensky y el estado mayor de Kornilov causó un amargo enfrentamiento, y que el propio Kerensky buscase el apoyo del Soviet de Petrogrado, armando a los guardias revolucionarios bolcheviques para que le ayudasen a sofocar el golpe de estado y defender la revolución.
Kerensky se vio obligado a pedir ayuda a los bolcheviques
para derrotar el golpe de Kornilov. Guardias Rojos armados
en septiembre de 1.917.
El golpe de Kornilov fracasó el 14 de septiembre, gracias a la intervención de las milicias trabajadoras bolcheviques, lo que hizo que Lenin (aun exilado en Finlandia) y sus partidarios cobrasen un papel preponderante y una posición de fuerza. Como premio, el Soviet de Petrogrado recibió la autorización de liberar a Trotsky y todos los bolcheviques encarcelados. Aunque muchos de ellos recibieron la oferta de colaborar con el gobierno, rehusaron, beneficiándose de la frustración de los mencheviques y otras facciones socialistas  para añadirlas a su visión revolucionaria.


Lenin en la estación de Finlandia. Allí escribió su obra
"Estado y Revolución" donde sentó las bases para el golpe de
estado de noviembre.
Mientras tanto, en Finlandia, Lenin escribía su libro “Estado y Revolución”, que sentaba las bases de su ideología. En octubre regresó a Petrogrado, iniciando una campaña de propaganda que exaltaba a las masas obreras con una segunda oportunidad para una verdadera revolución. Ante la debilidad del gobierno y la fuerza de su facción, Lenin presionó a Kerensky para que abandonase el gobierno. Mientras, preparaba su asalto al poder, que buscaba tomar los centros de gobierno en San Petersburgo y Moscú de forma simultánea. A primeros de noviembre (23 de octubre en nuestro calendario) reunió el Comité Central Bolchevique, aprobando la disolución del Gobierno Provisional por diez votos a favor por dos contrarios, decisión que fue comunicada al Soviet de Petrogrado, dando comienzo a la Revolución de Octubre.
Leon Trotsky será la mano derecha de Lenin.
Los bolcheviques se reunieron rápidamente entorno a un Comité Revolucionario, liderado por el presidente del Soviet de Petrogrado, Leon Trotsky. Para entonces, los mencheviques y otras facciones del bolchevismo ya habían sucumbido a la tentación de la revolución armada. El comité incluía a obreros, marineros y soldados; los miembros del comité fueron armados, negociaron con la guarnición de Petrogrado su neutralidad (aunque un gran número se unió al golpe revolucionario), y planificaron la ocupación de los centros de poder. Apenas dos días después de firmar el manifiesto, los bolcheviques lideraban a las fuerzas revolucionarias en Petrogrado contra el Gobierno Provisional, apoyados por una flotilla de destructores que se unieron a la causa revolucionaria. Sin excesiva oposición, la Guardia Roja ocupó los centros de poder y comunicaciones.
El Gobierno de Kerensky se veía imposibilitado de oponerse por las armas a la rebelión; ni tan siquiera podía conseguir transportes para huir de la ciudad. Durante la mañana del golpe, Kerensky buscó desesperadamente tropas que le ayudasen a sofocarlo, y observando la imposibilidad de conseguirlo, algún medio de transporte, consiguiéndolo únicamente a través de un coche Renault cedido por la embajada de los Estados Unidos. Gracias a el, Kerensky fue capaz de escapar de los piquetes y unirse a las tropas que comenzaban a acercarse a Petrogrado.
Cuando Lenin conoció que Kerensky había abandonado Petrogrado, proclamó a los ciudadanos de toda Rusia que el Gobierno Provisional había sido sustituido por un Comité Militar Revolucionario. El mensaje fue transmitido a toda Rusia por telegrama, intentando dar legitimidad al golpe ante la huida del gobierno.
EL Crucero Aurora (foto de 2.016) abrió fuego sobre el
Palacio de Invierno, permitiendo el triunfo del golpe.
La insurrección comenzó a ser sangrienta con el asalto final al Palacio de Invierno por parte de los revolucionarios. El palacio estaba defendido por 3.000 cadetes, oficiales cosacos y soldados del cuerpo femenino. Los bolcheviques exigieron su rendición, mientras buscaban artillería disponible para el asalto. A última hora de la tarde del 25 de octubre, y ante la negativa a rendirse del gabinete gubernativo, el crucero Aurora habría fuego con sus cañones sobre el palacio. Horas después, ya el 26 de octubre, las tropas sublevadas asaltaban el palacio, obteniendo rápidamente la rendición de la guarnición y del gobierno provisional.
El acto de la toma del palacio sería presentado como un acto heróico por la propaganda soviética, aunque la realidad es que los cosacos desertaron cuando la Guardia Roja se acercaba, y los cadetes y las 140 mujeres del batallón femenino se rindieron ante la presencia de un ejército de 40.000 hombres. El gobierno provisional fue arrestado y encarcelado, tomando el Soviet de Petrogrado el control del gobierno, de la guarnición y del proletariado.
140 mujeres del batallón femenino defendían el Palacio
de Invierno junto a 3.000 cadetes, se enfrentaron a una
turba de más de 40.000 bolcheviques y guardias rojos.
El mismo día 25 de octubre se reunió el Segundo Congreso de Soviets, que aprobaría la transferencia del poder gubernativo a los Soviets con la oposición del ala centrista de los socialistas revolucionarios y de los mencheviques. Trotsky alertó el 26 de octubre de que las acciones de toma de poder violento llevado a cabo en el Palacio de Invierno, ilegalizaba todo el movimiento a ojos de la legalidad internacional. Ese mismo día, el congreso elegía un Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom) con Lenin como líder, que ejercería como gobierno estatal. Aprovechando el caos ocasionado por la revolución, los mencheviques tomaban el control de Georgia y declaraban su independencia; igualmente, los cosacos del Don reclamaban su autogobierno. Los problemas comenzaban a surgir para los bolcheviques, quienes sólo controlaban los grandes centros urbanos, y que debían enfrentarse al gobierno provisional, ya que Kerensky se había unido al ejército en el frente. El 29 de octubre Kerensky llegaría al mando de una unidad de cosacos a las afueras de Petrogrado; enfrentado a una guarnición armada, mandó disparar a sus tropas, matando a ocho opositores, lo que le permitiría a los bolcheviques presentarle como un retorno al zarismo más represivo y fracasar su intento de hacer volver a Petrogrado a la legalidad.
Guardias Rojos armados frente a la Fábrica
Vulkan en Petrogrado.
Los últimos días de octubre vieron el comienzo de los primeros enfrentamientos importantes entre los Guardias Rojos y el ejército; los combates en el entorno de Moscú causaron cientos de muertos. Los anti bolcheviques se unieron entorno a un nuevo gobierno que comenzó a organizar la resistencia.
Dando cierta apariecia de democracia, el 12 de noviembre se realizaron elecciones, dando la mayoría de la asamblea constituyente del nuevo gobierno del pueblo al Partido Socialista Revolucionario. Los bolcheviques acabarán atrayendo a su lado al ala izquierdista del partido, y disolviendo la Asamblea Constituyente cuando esta entró en conflicto con los Soviets. La represión tomó forma cuando el 20 de diciembre la Cheka fue creada por decreto de Lenin, a fin de encarcelar y juzgar a todos los opositores al gobierno legítimo del pueblo. La persecución de los zaristas, mencheviques, cosacos y otros opositores al poder bolchevique comenzó.
5. CONSECUENCIAS:
La Revolución Rusa llevaría a Rusia a una situación de no retorno, que causaría un grave deterioro de la imagen rusa a nivel internacional. Las principales conecuencias son enumeradas a continuación:
Alemania gana la guerra a Rusia. El
Kaiser llega al frente oriental.
1.      Ante el declive del poder del Gobierno Provisional, y la necesidad de los ejércitos rusos de alistarse para el conflicto civil que estaba por llegar, los bolcheviques, siendo fieles a su compromiso con Alemania, firmarán el 3 de marzo de 1.918 el Tratado de Brest-Litovsk, por el que Rusia sale de la guerra de forma unilateral, sin contar, como era su compromiso, con el resto de aliados de la Entente. Las pérdidas territoriales rusas son relevantes, incluyendo Polonia y parte de Ucrania.

2.       El final del régimen zarista llegó definitivamente con el golpe revolucionario de noviembre. El Zar y su gobierno fueron derrocados tras el golpe de febrero, que intentó imponer una suerte de gobierno democrático, al estilo de sus aliados occidentales. La caída del Gobierno Provisional y la llegada al poder de los bolcheviques, supuso el final de la Dinastía Romanov misma, cuando el líder del Soviet regional de los Urales, Yakov Yurovski, siguiendo instrucciones de Lenin, mandó ejecutar a Nicolás II, a la zarina Alexandra y a sus cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastaia y Aleksei, junto a sus más allegados, el 17 de julio de 1.918.
Tropas cosacas durante la brutal guerra civil que siguió
a la revolución. más de 15 millones de personas
murieron en su desarrollo.
3.      La guerra civil rusa estalló como consecuencia de la ocupación del poder por parte de los bolcheviques. La creación por parte del nuevo gobierno de un Ejército Rojo, y la unificación de los opositores en un Movimiento Blanco, que unía a demócratas conservadores y liberales con monárquicos zaristas, socialistas centristas y miembros de la Iglesia Ortodoxa rusa, provocó un conflicto global en toda Rusia que la asolaría durante varios años. Los blancos serían apoyados ampliamente desde el exterior, incluyendo el envío de fuerzas de naciones democráticas, como Francia o Estados Unidos. Los enfrentamientos más violentos tuvieron lugar entre 1.918 y 1.920. La guerra finalizaría con la ocupación de Vladivostok por parte del ejército rojo el 22 de octubre de 1.922. El conflicto causaría más de quince millones de muertos.
4.       Ausencia de Rusia en las decisiones que dieron final al conflicto. La ausencia de un gobierno ruso con peso en el futuro de Rusia, causó que Rusia no contase en el reparto de territorios y política internacional tras el conflicto. La pérdida de Polonia, de grandes porciones de Ucrania, de Finlandia y los Paises Bálticos, supondrían que la Unión de Repúblicas Soviéticas que emanaba del final del conflicto civil comenzase su camino hacia la recuperación de esos territorios, abriendo una brecha que se incrementaría tras la Segunda Guerra Mundial y no se cerrará hasta la caída del Muro de Berlín en 1.989.
La URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,
emergió triunfante de la guerra civil rusa, se erigió
en actor protagonista en lo que restaba de siglo XX.
5.       No obstante, las verdaderas consecuencias se verían a largo plazo. La muerte de Vladimir Lenin en 1.924, abrió una lucha sucesoria en la que se impuso el más fuerte: Josef Stalin, tras eliminar a sus adversarios políticos, como Trotsky, tomó el poder e impuso un gobierno de carácter autocrático, camuflado bajo una dictadura de partido irreal. La nueva Unión de Repúblicas Soviéticas implantó un sistema productivo e industrial ideado por la mente marxista, y perfeccionado por el sistema stalinista hasta alcanzar un grado de desarrollo insostenible. La persecución de las ideas, de la religión, y de todo aquello que asemejase a un hálito de pensamiento fuera del enjambre fue laminado, poblándose las chekas, así como los campos de trabajo (eufemismo que ocultaba los campos de concentración colectivos o Gulag) en Siberia. Millones de personas perdieron sus vidas en esos oscuros años de limpieza política. La unión de dictadores entre Stalin y Hitler, permitió a este último desencadenar la Segunda Guerra Mundial. Stalin siguió su camino, atacando a las naciones emanadas del final del primer conflicto mundial; ocupó Besarabia (hoy República de Moldavia), los Paises Bálticos (Lituania, Letonia y Estonia) y el Este de Polonia, y atacó Finlandia. Tras ser traicionado por Hitler, se inició un conflicto brutal, conocido como Gran Guerra Patriótica, que llevó a la muerte a más de veinticinco millones de rusos. Tras derrotar a Alemania con la ayuda de los aliados occidentales, la intransigencia ideológica stalinista cerró las puertas a una colaboración, metiendo al mundo en la Era Nuclear con una compleja y peligrosa Guerra Fría. Los diferentes líderes que siguieron a Stalin no pudieron imponer el modelo comunista; Guerogui Malenkov, Nikita Jruschov, Leonid Brezhnev, Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, guiaron al pueblo soviético a la realidad de un sistema económico insostenible, a través de una brutal represión y de una falta de libertades que Mihail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética, decidió eliminar a través de la Perestroika, un aperturismo a la libertad y a occidente, que permitió la entrada de la economía capitalista, la libertad de las naciones del bloque soviético, plasmada con la Caída del Muro de Berlín, y la disolución del sistema político comunista.
6.       Durante el primer conflicto mundial, un millón ochocientos mil rusos murieron en batalla; cerca de diez millones causaron baja (heridos, muertos, desaparecidos y prisioneros). Durante la posterior Guerra Civil Rusa, morirían no menos de doce millones, de ellos unos tres millones en combate.

6. ANEXOS A LA ENTRADA XXXVI:
a.      
GRIGORI YEFÍMOVICH RASPUTIN, EL MONJE LOCO: Tal vez uno de los personajes más excéntricos y singulares del conflicto y, desde luego, el más extravagante y misterioso del zarismo, fue Grigori Rasputin.
El Monje Loco, como sería conocido, nació entorno a 1.870 (la fecha está en discusión, siendo la más aceptada la del 22 de enero de 1.869, descubierta recientemente en los archivos de la iglesia local) en Pokróvskoie, una población campesina de Siberia. Sin ninguna preparación académica, se hizo popular por su estilo de vida licenciosa, siendo incluso arrestado por el robo de caballos estando bebido.

A los 19 años se casó con Proskovia Fiódorovna, con la que tuvo tres hijos. En 1.892, abruptamente, rompió con todo y se refugió en un monasterio cerca de Sverdlotsk. Allí tuvo una revelación, que le alejó de la iglesia ortodoxa, al unirse a la secta cristiana conocida como los “flagelantes”, que argumentaban que había que llegar a dios por el dolor, aunque luego se entrgaban a una vida de excesos y pecado que penaban con sus castigos físicos. Tras viajar a Grecia y Jerusalen, donde se le consideró un místico con capacidad para curar y predecir el futuro, regresó a Rusia, convirtiéndose en un hombre santo.

Rasputin llegó a la vida de los Romanov en 1.905, en medio de la debacle rusa en la guerra ruso-japonesa. Rasputin se había hecho popular entre algunos nobles por su carisma y su fama de hombre santo (y por encamarse con algunas mujeres del entorno real), por lo que fue presentado a la zarina Alexandra, quién ardía en deseos de conocerle al saber de sus “habilidades” sanatorias; el zarévich Alexei tenía hemofilia, y la zarina estaba deseosa de que probase sus dotes para recuperar la salud de su hijo.
Practicó la hipnosis con el pequeño Alexei, consiguiendo, aparentemente, que mejorase su salud, granjeándose la confianza de la zarina y, por ende, del Zar Nicolas, para quién su esposa era una influencia enorme.
Esta confianza con la familia Romanov no fue bien vista por muchos nobles, especialmente del estamento militar, incluido el Gran Duque Nikolai, tío del Zar. La relación de Rasputín con la familia real le llevó a convertirse en amigo del zarévich, al que solía acompañar, a mantener una estrecha relación con la zarina (de la que se decía que gozaba de los saberes amatorios de Rasputin), y a influir, por tanto, en temas de estado. Investido de un inmenso poder, pudo incluso designar a funcionarios del estado, con terribles consecuencias (debido a la incompetencia de los recomendados).

Gran Duque Dimitri, conspiró
para asesinar a Rasputin.
En 1.914 sufrió un intento de asesinato, supuestamente a manos de una mendiga influenciada por un monje rival, aunque otros vieron en ese intento la mano de los nobles rusos contrarios a la influencia que estaba tomando. Su supervivencia a pesar de ser gravemente herido, hizo crecer en los miembros de la familia real su creencia y pasión por el Monje Loco.
Tras que el Zar tomase el mando del ejército en 1.915 (hay quién sugiere que por consejo de Rasputin), el gobierno quedó en manos de la zarina y, en consecuencia, del mismo Rasputin, quién impuso a su candidato, Stürmer, como presidente del Consejo de Estado. Las acusaciones sobre Rasputin comenzaron, arrastrando a la zarina, según avanzaba 1.916 y la situación bélica y burocrática se complicaba. Finalmente, un grupo de nobles encabezados por el Príncipe Yusupov, el Gran Duque Dimitri y el diputado de la Duma Purishkiévich, decidieron acabar con la influencia de Rasputin.
Príncipe Yusupov.
En su palacio se
ejecutó el asesinato.

Con la escusa de presentarle a la Gran Duquesa Irina Alexandrovna, Rasputin fue atraído al Palacio Yusupov. Allí, en la medianoche del 29 de diciembre de 1.916, fue envenenado por la Gran Duquesa, y, viendo que el cianuro no hacía el efecto deseado, tiroteado por el Príncipe. Fue dado por muerto, pero no fue así, e intentó abandonar el palacio arastrándose. Sería Purishkiévich quién lo acabaría, derribándolo de dos disparos y rematándole en el suelo, con un tiro en la cabeza. Luego lo arrojaron al río Neva, donde fue encontrado, congelado, el 31 de diciembre.

Fue enterrado junto al palacio de Tsárskoye Seló, pero el odio que le mantenía el pueblo era tan grande que, tras la revolución de febrero, fue desenterrado y quemado, y sus cenizas exparcidas.
Finalmente, comentar un dato para la anécdota. Y es la leyenda del pene de Rasputin. Pieza más preciada del Museo Erótico Ruso, se supone que le fue amputada por los conspiradores y recogida por una de las doncellas, que la guardó durante tiempo. Luego pasó por diversos lugares hasta llegar a manos de su hija, María Rasputina, quién lo mantuvo hasta su muerte en 1.977. Comprado por un anticuario, fue robado y sustituido por un pepino de mar, y apareció nuevamente años más tarde para pasar a engrosar la colección erótica del museo ruso. Sin embargo, nunca se ha podido demostrar que el Monje Loco fuese propietario de los 28,5 cm conservados en formol, y este dato no pasa más haya del terreno de la leyenda y de la mística erótica.
El cuerpo congelado de Rasputin fue encontrado dos días después de su muerte en el Río Neva.
Rasputín, El Monje Loco, el fin de los Romanov.

Lenin y Sverdlov en 1.918
b.      VLADIMIR ILICH ULIANOV, LENIN. CONSPIRADOR Y LÍDER:  Lenin fue el líder del movimiento bolchevique. Nacido en Simbirsk en 1.870, en el seno de una familia de clase media, su animadversión hacia el régimen zarista creció a partir de la ejecución de su hermano en 1.887, acusado de conspirar contra el Imperio. Estudiaría derecho en las universidades de Kazán y Petrogrado, donde se instalaría como abogado en 1.893. Allí, rápidamente se vió involucrado en actividades contra el zarismo, que le llevaron a contactar con el líder marxista Gueorgi Plejánov, exiliado en Suiza debido a la persecución zarista. Bajo su influencia, Lenin contribuyó a fundar la Liga de Combate para la Liberación de la Clase Obrera en Petrogrado, o lo que es lo mismo, el embrión de lo que posteriormente sería el Partido Obrero Socialdemócrata.
Estas actividades subversivas le valieron ser detenido en 1.897. Fue deportado a Siberia, donde se dedicaría a estudiar las obras de Marx y Engels, y preparando su primer trabajo sobre la instauración de un régimen marxista en Rusia. Tras ser liberado en 1.900, se exilió en Ginebra (Suiza), para estar más próximo a Plajánov. Allí publicó la obra “Que hacer”, en la que defiende el triunfo de una revolución en Rusia, siempre que estuviera dirigida por revolucionarios decididos y organizados como un ejército.
Durante el II Congreso del Partido Socialdemócrata Ruso, en 1.903, Lenin defendió y consiguió imponer esas ideas al grupo radical bolchevique, que defendía un modelo de partido fuertemente disciplinado como vanguardia de la revolución. Esto llevó a la ruptura con los mencheviques, dirigidos por Plejánov y Martov, que buscaban una revolución obrera más modélica, pasando por una etapa democrática.

Las tropas rusas se mostraron partidarias de los bolcheviques.

Aprovechando el desastre provocado por la derrota rusa en la Guerra Ruso-Japonesa (1.905), Lenin regresó a Petrogrado al considerar que era el momento ideal para la revolución. Durante esta intentona surgieron, de forma espontánea los consejos populares, o Soviets, como serán conocidos más tarde. Sin embargo, el golpe revolucionario fracasó y Lenin tuvo que exilarse nuevamente en 1.907.
Antes del conflicto mundial, Lenin tuvo tiempo de atraer a otros líderes socialistas a sus radicales ideas, y planificar el asalto al poder en Rusia, al considerarla el eslabón más débil del sistema capitalista. La Primera Guerra Mundial parecía darle la razón; la definiría como la contienda fruto de las contradicciones entre el Imperialismo y el Capitalismo, y llamó, sin éxito al proletariado internacional a transformar la contienda en una guerra civil contra sus dirigentes.
Ante el peligro que su ideario se estancase, se dedicó a escribir su obra “El Estado y la Revolución”, que publicó en 1.917; no pudo ser más oportuno, ya que el deterioro del régimen zarista se hizo evidente; las ideas plasmadas en el libro servirán de inspiración a una generación de revolucionarios para imponerse al régimen en descomposición.
La Revolución de Febrero sembró el camino para el golpe bolchevique. Tras la instauración del Gobierno Provisional, y con la presencia en la Duma de líderes socialistas, Lenin regresó de su exilio ayudado por el ejército alemán, que veía en Lenin el Caballo de Troya que necesitaban para sacar a Rusia de la guerra. En abril ordenó a los bolcheviques retirar el apoyo al gobierno y preparar su propia revolución, reclamando el poder para los Soviets.
En julio de 1.917 intentó un primer golpe, que fracasó, obligándole a refugiarse en Finlandia. Su regreso en octubre supuso, ante la debilidad del Gobierno Provisional, la apuesta definitiva para tomar el poder. La Revolución de Octubre derrocó al Gobierno Provisional, y Lenin fue elejido presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo.
Monumento a Lenin
En 1.918, el Partido pasó a llamarse comunista, y Lenin lo dirigió desde entonces para edificar en su entorno el primer estado socialista de la Historia. Sacó a Rusia de la guerra firmando el Tratado de Paz de Brest-Litovsk, expropió la tierra y la repartió entre los campesinos. Sabiendo que sus ideas radicales estaban en minoría, decidió adoptar las teorías bolcheviques e instauró una dictadura de partido único, empleando la represión de forma brutal sobre sus opositores; disolvió la Asamblea Constituyente, prohibió la oposición y creó la policía política para perseguir a los disidentes.
Convocó a los líderes socialistas mundiales a la Tercera Internacional Comunista (Kommitern) en Moscú en 1.919, pidiendo la fidelidad absoluta a las dogmáticas ideas comunistas, lo que provocó un cisma entre los diferentes partidos socialistas mundiales.
Trotsky formó el ejército rojo para Lenin
En Rusia se vió enfrentada a la Guerra Civil (1.918-1.922), aunque delegó en Leon Trotsky los asuntos militares y la organización del Ejército Rojo. Con el consiguió imponerse a los contrarevolucionarios (blancos) y sus aliados occidentales. Una vez finalizado el conflicto, reorganizó el territorio, creando la Unión de Repúblicas Soviéticas en 1.922. Realizó también una inmediata política económica de socialización de los medios productivos y a la planificación del estado, lo que provocó el hundimiento de la producción y de la economía rusa.
Ante el fracaso, dio marcha atrás en la socialización, dejando cierto margen a la iniciativa privada, lo que permitió una apreciable recuperación de la economía rusa.
Poco a poco fue dejando la dirección política en manos de sus subordinados. Su salud comenzó a deteriorarse, afectado de una enfermedad cerebral, derivada de la sifílis que tuvo en su juventud y de las escasas horas de sueño. Murió en Gorki Leninskiye el 21 de enero de 1.924.
A su muerte, las luchas intestinas causaron una auténtica orgía de sangre entre los bandos enfrentados, de los que resultó victorioso Joséf Stalin, que impuso un régimen de terror, el estalinismo, que se alargaría tres décadas.

En honor a Lenin, cuyo cuerpo fue embalsamado y expuesto en el Mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, se renombró a Petrogrado como Leningrado (hoy San Petersburgo); la ciudad que le vió nacer, Simbirsk, fue renombrada Ulianovsk en su recuerdo.

c.       LOS ROMANOV; HISTORIA Y LEYENDA: La dinastía de los Romanov sería extinguida cuando el 17 de julio de 1.918, toda la familia real del Zar Nicolás II fue ejecutada por los revolucionarios en Ekaterimburgo. ¿Toda? ¿tal vez alguien sobrevivió? ¿Quiénes fueron los Romanov y que hicieron para llegar a aquel trágico destino?:

La Dinastía Romanov fue la segunda dinastía en reinar en Rusia, tras la Casa Rurik, y su poder se extendería desde 1.613 hasta la abdicación del Zar Nicolás II el 15 de marzo de 1.917, tres largos siglos que vieron la ascensión y caída del Imperio Ruso.
Los Romanov eran los más destacados Boyardos (nobles) del Gran Ducado de Moscú. El primer zar del Reino de Rusia sería Miguel I Romanov, nombrado en 1.613. Su nieto Pedro I El Grande, establecería el Imperio Ruso, transformando el reino en una auténtica potencia europea.
La línea dinástica se trastocó con la muerte en 1.762 de Isabel de Rusia, sin descendencia. Hubo que recurrir a la Casa de Holstein-Gottorp, descendiente de la línea Romanov y regente en Dinamarca, para restaurar la línea sucesoria.
A comienzos de 1.917, la línea dinástica de los Romanov tenía 65 miembros, de los cuales sólo 18 fueron asesinados por los bolcheviques; el resto partieron al exilio, siendo objetivo de persecución de los espías y asesinos soviéticos, especialmente durante la era estalinista.
Hoy en día la casa Romanov sigue viva. A la caída de la Unión Soviética, la Gran Duquesa María Vladimirovna reclamó el título de Emperatriz, a fin de colocar a su hijo George Mikhailovich en la línea dinástica. Sin embargo, desde 1.991 otros muchos han rebatido su derecho a un trono que, como bien sabemos, está ocupado hoy en día por el autócrata neo-zarista Vladimir Putin.
Respecto a la leyenda, en la noche del 17 de julio de 1.918, siguiendo órdenes de Yakov Sverdlov, rebeldes bolcheviques entraron en el Palacio Ipatiev de Ekaterimburgo y ejecutaron al zar Nicolás II, su familia y sirvientes más directos. El primero en morir fue el zar, acribillado a balazos frente a su esposa. Luego, la zarina Alexandra recibió un único disparo en la cabeza por parte del líder de los bolcheviques, el comisario político Ermakov. Posteriormente, los asesinos entraron en la habitación de los niños, matando a Maria cuando intentaba huir de ellos por una puerta trasera; tenía 19 años. Olga, de 22 años, Tatiana, de 21, y Anastasia, de 17, fueron asesinadas juntas de un balazo en la cabeza. El pequeño zarévich Alexei, de 14 de años, fue tiroteado a muy corta distancia, y cosido a bayonetazos por los bolcheviques. Luego, cada uno de los revolucionarios, le metió una bala en la cabeza, desfigurándolo.
Para ocultar el crimen, Sverdlov ordenó eliminar con fuego y ácido los cadáveres, y sepultarlos en la mina que hoy se conoce como de “Los Cuatro Hermanos”, a 12 km de Ekaterimburgo.
Los asesinos de la familia Imperial.
Según numerosos relatos, la Gran Duquesa Anastasia consiguió escapar ocultándose, herida, entre los cadáveres de sus hermanos. Varias mujeres han simulado ser la Gran Duquesa, la más conocida la polaca Anna Anderson, que tras su estancia en un psiquiátrico y por su parecido con la auténtica Anastasia, comenzó a interpretar el papel. Sin embargo, ni ella, ni otras mujeres, como Eugenia Smith, consiguieron pasar el corte, y fueron descubiertas como impostoras. La Gran Duquesa Anastasia falleció con sus hermanos y padres aquel oscuro día de julio de 1.918.
Como premio al crimen perpetrado, la ciudad de Ekaterimburgo fue renombrada como Sverdlovstk en 1.924, para conmemorar al líder bolchevique que ordenó la muerte de los zares, y que a su vez falleció en 1.919 durante la epidemia de gripe española que asoló Europa. La ciudad recuperó su antiguo nombre tras la caída de la Unión Soviética.